Procede este dicho de la antigua creencia del procedimiento que usaban los monos para cruzar un río. Se pensaba que para ello el primer mono se agarraba de una rama, el segundo se agarraba del primero, el tercero del segundo, y así sucesivamente hasta formar una cadena larga.
Entonces se balanceaban hasta el de más abajo llegaba a tierra; en el siguiente balanceo se soltaba el que quedara más abajo, luego el otro… hasta que sólo quedaba el último mono (que había sido el primero en agarrarse a la rama). Éste se suelta, pero como es el que está más lejos, no alcanza la orilla y cae al agua, muriendo ahogado.
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