A mí no me gusta estar enfermo, pero me encantan los hospitales, porque en los hospitales se descansa mejor que en ninguna parte. Y por eso, de vez en cuando, me gusta hacerme alguna avería. Nada serio, me rompo un brazo… Vamos, lo justo para que me den una camita y un mando a distancia. Pero, para descansar a gusto, me voy a un hospital público, ¡de gratis! Porque, según el dicho, “Quien paga descansa”,pero quien no paga, descansa más. Para empezar, en el hospital te puedes pegar todo el día en la cama. Vamos, que se enfadan si te levantas. ¡Y se respira una paz! Abres así los ojitos y todo lo más que oyes, son los quejidos del de la cama de al lado: - Aaaaaaaah…Aaaaaaaah…Aaaaaah…
¡Si parece el sonido del mar! Y, además, como por mucho que se queje, nunca viene nadie… ¡Es el relax total!
Y por las mañanas, te traen el desayuno a la cama. ¡Y con unos detalles! Por ejemplo, sabes que no te vas a quemar con el café. Ya se preocupan ellos de que te llegue frío. Y con el bollo se esmeran: como no saben qué sabores te gustan, pues no le ponen ningún sabor, y así no se arriesgan. Además, ese bollo es fantástico, porque si no te gusta el café, tú metes el bollo dentro, y como está tan seco, se lo bebe él. Si es que está todo pensado.
¡Y es que en los hospitals… se come de puta madre!
Pero no me refiero a la comida que te ponen ellos, esa va directamente de la bandeja al váter sin pasar por mi cuerpo, sino a la que te traen los colegas de estrangis. Claro, cuando la enfermera te pregunta: - ¿Qué tal la comida? Tú le respondes: - Estupendamente, señora, el jabugo estaba exquisito. La tía se ríe creyendo que estás de cachondeo.
Y es que estar en un hospital sin tener nada serio es cojonudo. Están todo el día pendientes de tus necesidades: “¿has dormido?” “¿Has comido?” “¿has meado?” Y como no hayas meado… ¡te sondan! ¡Qué detalle! O sea, que si hace falta, entran ahí dentro a por la orina. Vamos, eso no te lo hacen ni en el mejor hotel de lujo. Pero esto es porque a los médicos les encanta meter cosas en los orificios. Para mí que el ombligo es la huella de algo que nos quiso meter el pediatra por un sitio equivocado.
Además, en los hospitales todo el mundo te trata con mucho respeto. Para empezar, como tú estás en pijama, los médicos van en bata, para que no te sientas violento. Y cada mañana llega un grupito de médicos, te rodea y empiezan a preguntarte cosas y a tomas notas, que parece que estás dando una rueda de prensa. ¡Que te sientes como Mar Flores: todo el mundo interesado por lo que pasa en tu cama!
Ésa es otra cosa cojonuda: ¡la cama! Esa cama mecano… Que tiene posturas en las que nunca te vas a poner: por ejemplo, esa postura en V. ¿Para qué? ¿Para pintarte las uñas de los pies? ¡Esa cama es para hacer el kamasutra! Tener una cama de éstas y no usarla para el sexo es como tener una muñeca hinchable y usarla de flotador.
Otra cosa maravillosa del hospital público es que no tienes que aguantar allí a la familia todo el puto día. Enseguida viene la enfermera, los echa, y te quedas allí como Dios. Y por si algún plasta se empeña en quedarse a pasar la noche, ponen un sillón de skay, que al día siguiente le tienen que ingresar de cervicales. ¡Por eso se quiere quedar la gente, nos ha jodido! ¡Para que los ingresen! ¡Por pura envidia!
Y si te aburres, te vas al pasillo, que es el sitio de más ambiente del hospital: allí todo el mundo va con su pijama del Insalud, arriba y abajo, como si fueran zombies. Que parece la Pasarela Cibeles. Vamos, los que van con el tacataca y el gotero parece que lleven un modelo de Ágatha Ruíz de la Prada.
Los hospitales son cojonudos. Aunque tengo que reconocer que me cuesta acostumbrarme a tanta comodidad. Si es que hasta te meten una cuña. Sí, una cuña… ese orinal futurista que te ponen para cagar tumbado.
No sé si lo han probado, pero es dificilísimo. Y a mí me gustaría aprender, porque debe de ser de un cómodo… No entiendo cómo por todos lados dan cursos de baile de salón y a nadie se le ha ocurrido organizar un máster para aprender a hacer esto. ¡Y es muy importante! ¡Requiere mucho talento! Cuando a alguien le den el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias deberían decirle: - Mire, le vamos a entregar este premio, pero antes déjeme que le pregunte: ¿sabe usted cagar tumbado?
Pero si tuviera que elegir, lo mejor del hospital es el gotero. ¡Ah, el gotero, eso sí que es un invento! No entiendo por qué las cervecerías no copian el sistema. Podría ser como un teléfono manos libres, pero para beber cerveza. Vamos, que si lo ponen en el hospital, yo ya no saldría de allí.
2 comentarios:
discrepo pero comparto, yo hospitales lo mas lejos posibles, si no es para hacer una itv.
Jejeje, cierto, pero tiene puntos muy buenos el monólogo...
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